La inflamación de la faringe es producida tanto por bacterias y virus (en un 40 % de los casos correponde a estos últimos), como así también por otros factores tales como el frío y productos irritantes. La misma puede estar asociada a otros desórdenes del tracto respiratorio superior, y en los niños sirve como signo orientativo para el diagnóstico. También denominada faringoamigdalitis, la etiopatogenia comprende un variado abanico de afecciones que, a veces, no son tan inespecíficas y responden a enfermedades tales como la mononucleosis infecciosa (virosis de Epstein-Barr) o la producida por el Fusobacterium necrophorum o necrobacilosis o sepsis posangina. Aunque en gran proporción se deben a agentes virósicos, las causadas por estreptococos son importantes. Fiebre, habitualmente de rápida instalación; adenopatías; odinofagia que se exacerba durante el reposo; malestar general; inapetencia; a veces tos y disfonía, son los síntomas más comunes. El cultivo de gérmenes de las fauces (que no siempre puede realizarse por razones económicas) y las reacciones serológicas, sobre todo para diagnosticar mononucleosis infecciosa, micoplasmas, adenovirus, etc., y las antiestreptolisinas, serán prioritarias para determinar el tratamiento.
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