Constituye uno de los tumores más frecuentes del hombre. Patrimonio casi exclusivo de los varones en la mitad del siglo XX, su incidencia aumentó en las mujeres que se han colocado -estadísticamente- muy cerca de aquellos. Esta patología cobra mayor dramaticidad si tenemos en cuenta la poca eficacia de los tratamientos (médicos, radiantes o quirúrgicos) con estadísticas que poco mejoran la sobrevida de un 5 % a los cinco años. El incremento del cáncer broncógeno en el hombre se debe al hábito del tabaquismo, estimulado a través de la propaganda y las nuevas costumbres que parecen haber impuesto -sobre todo en las mujeres- las modas cinematográficas (Hollywood en la etapa de los teléfonos blancos). A valores reales, los tumores de pulmón tuvieron un aumento sostenido hasta esta etapa finisecular. Es probable que se cumpla lo que habían sospechado algunos médicos investigadores de la década del 30 (el argentino Angel H. Roffo, entre otros) de que la suma del tabaco más el terreno favorable facilitaban el cáncer de pulmón. Algunas de las casi 200 sustancias (sólidas, líquidas y gaseosas) que son fruto de la combustión incompleta del tabaco, tales como el alquitrán y el benceno, serían irritantes e inhibirían la acción del gen p53 (que favorecería la apoptosis de la célula mutante). Ambos estimularían la aparición del tumor y se cree que es el benzopireno quien inactiva al gen p53. La OMS clasificó a los tumores de pulmón según su tipo histológico en carcinoma epidermoide o de células escamosas, adenocarcinoma, carcinoma de células pequeñas (células en avena u oats cells) y carcinoma anaplásico de células gigantes. Estos cuatro tipos, sumadas sus combinaciones, abarcan casi toda la gama de los tumores de pulmón. La edad más frecuente de comienzo es por arriba de los 45 años. El mayor inconveniente para el diagnóstico de esta enfermedad reside en el hecho de que generalmente afecta a pacientes con bronquitis crónica o enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Ello permite que el proceso se desarrolle durante largo tiempo hasta que la hemoptisis, el dolor o el hallazgo radiológico, aclaren el panorama. Tanto es así que algunos enfermos comienzan su sintomatología con la que producen sus metástasis: las del cerebro por poner un ejemplo asaz frecuente. Uno de los síntomas más constantes es la tos que, por los motivos mencionados, puede no llamar la atención del enfermo. Cuando el tumor invade la carina bronquial es cuando la tos se hace más persistente, seca, que quita el sueño. Uno de cada cuatro enfermos manifiesta dolores difíciles de precisar, sordos, que puede relacionarse con su cercanía a la pleura. Los del ápice del pulmón producen un cuadro doloroso más constante, que se ha denominado síndrome apicocostovertebral doloroso de Pancoast-Tobías (en este caso se acompaña del síndrome de Bernard-Horner). La hemoptisis, que en algunos casos alcanza magnitudes importantes, ocurre en menos del 10 % de los afectados. Siempre es un signo alarmante y origen de la concurrencia a la consulta médica. Algunos tumores pulmonares tienen la capacidad de producir sustancias símil hormonas. El carcinoma de células pequeñas y el epidermoide o de células escamosas, por ejemplo, tienen gran propensión a hacerlo. El primero de ellos genera un síndrome de Cushing y también el de secreción inadecuada de la hormona antidiurética. Las sustancias hormonales activas son más constantes en producir la osteoartropatía hipertrófica de los dedos de la mano o dedos en palillo de tambor o síndrome de Bamberger Marie. Este cuadro se observa entre un 10 y un 20 % de los pacientes con neoplasias intratorácicas. Los más frecuentes en presentarlo son los portadores de carcinoma broncógeno pero ocurre, también, en mesoteliomas, tumores de esófago y neurinomas. En realidad el síndrome se completa con uñas en vidrio de reloj y la mencionada acropaquía. Radiológicamente se observa un nuevo hueso subperióstico que envuelve como un manguito o cáscara a la diáfisis de los huesos largos de piernas y de antebrazos. Es rápidamente progresivo. Reiteramos, es importante en la génesis del cáncer broncógeno el papel del tabaquismo. En el X Congreso Mundial sobre Tabaco o Salud, realizado en Beijing (Pelsen), China, en 1997, se consideró que sobre 30 millones de muertes anuales, el tabaco produce alrededor de 3 millones (de los cuales 2 millones corresponden a países desarrollados y 1 millón a los emergentes). En un trabajo prospectivo se concluyó que si el consumo de tabaco no decrece, en el 2025 habrá 10 millones de muertes por año debidos a esta adicción. En lo que respecta al cáncer de pulmón, ya que todas las muertes no responden a esta patología, en Gran Bretaña y EE.UU. se demostró que los fumadores precoces (adolescentes) tienen una expectativa de vida menor en 20 a 25 años con relación a los no fumadores.
El fumador pasivo, habitualmente el cónyuge o los compañeros de oficina, también una conclusión del Congreso citado, tienen un riesgo de un 35 % mayor de contraer cáncer de pulmón que los no fumadores. La concentración de variadas sustancias, producto de la combustión de los cigarrillos, es aproximadamente 100 millones de veces mayor que la peor contaminación atmosférica conocida (Green GM).
Un antiguo estudio, efectuado por el Royal College of Physicians de Gran Bretaña, demostró que la bronquitis crónica se eleva del 19,7 % en los varones que nunca han fumado al 87,7% en los que consumen dos paquetes de cigarrillos. En el diagnóstico del cáncer broncógeno se emplean la radiología, la tomografía computada, la fibrobroncoscopia con biopsia o lavado bronquial, la punción pulmonar transtorácica, los datos habituales del laboratorio, la exploración funcional del pulmón, etc. Muchos de ellos tienden a comprobar el estado del enfermo ante la perspectiva quirúrgica.
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