Isabel Chirivella es la persona a quien oncólogos, ginecólogos, médicos de familia o cualquier otro facultativo remiten los casos sospechosos. Es ella quien plantea a los pacientes cuestiones tan sensibles como la posibilidad de someterse a las pruebas genéticas (previo análisis psicológico), quien informa del resultado, quien recomienda trasladar esta información al resto de familiares que se pudieran ver afectados (la información es confidencial) y quien plantea las opciones existentes en el caso de que el resultado sea positivo. “Recomendamos que el análisis genético no se practique hasta los 20 o 25 años, hasta que la persona sea suficientemente madura”, comenta Chirivella. No es fácil asumir que se cuenta con una elevada predisposición a desarrollar un tumor. De ahí las precauciones.
(Via El Pais)
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