El accidente encefalovascular constituido o completado es el clásico ictus (stroke para los anglosajones) que, una vez acaecido, deja una secuela neurológica denominada infarto encefálico cuya sintomatología dependerá de la arteria afectada y el territorio por ella irrigado. Por ejemplo, si el evento afecta al territorio carotídeo observaremos compromiso piramidal y facial central -cuadro directo no alterno-, afasia, agnosia y apraxia y amaurosis fugaz.
La cefalea es un síntoma presente en casi la mitad de los pacientes.
En los accidentes isquémicos transitorios, como lo indica su nombre, el trastorno neurológico es fugaz y no se extiende más allá de las 24 horas de iniciado. Es un alerta rojo: el 40 % de estos pacientes desarrolla un cuadro completado dentro del año siguiente. Si el accidente ocurre en el territorio carotídeo, el enfermo desarrollará los síntomas mencionados anteriormente pero que remitirán con rapidez. Si el territorio afectado fuera el vertebrobasilar la sintomatología estará representada por vértigos, ataxia, disartria, cuadros alternos, diplopía con estrabismo y “drop attacks”, entre otros síntomas. La fugacidad del cuadro hace que, muchas veces, el paciente concurre a la consulta cuando éste ha remitido.
La hemorragia intracraneal genera una intensa cefalea, vómitos, con una sintomatología similar a la que ocasionan las isquemias de las arterias cerebrales, pero esos signos se van profundizando, intensificando, e indicando la premura quirúrgica -si es posible- y la gravedad del mismo.
El estudio con tomografía computada o resonancia magnética no puede esperar. La hemorragia subaracnoidea es una afección que sufren los preseniles, sobre todo cuando padecen hipertensión arterial, arteriosclerosis y aneurismas saculares intracraneanos. Algunas enfermedades congénitas, tales como la poliquistosis renal y el síndrome de Ehlers-Danlos, favorecen su aparición por la presencia de aneurismas. A la cefalea, vómitos, fotofobia, obnubilación, se le agrega -aunque no siempre- rigidez de nuca, puesta de manifiesto con las maniobras de Kernig y de Brudzinski. El tratamiento de todas estas afecciones es paliativo, aunque la cirugía puede ayudar en los casos de hematomas cerebrales. De ahí que el médico debe volcar sus esfuerzos en la prevención del accidente encefalovascular. Los factores de riesgo que se deben combatir son los siguientes: hipertensión arterial, diabetes mellitus, hipercolesterolemia y tabaquismo.
El accidente encefalovascular progresa con el paso de los años. Los senescentes, y más aún los que transcurren una senectud avanzada, son los que con mayor frecuencia lo padecen. Los procesos arterioscleróticos -donde están involucrados todos los factores de riesgo mencionados anteriormente- concurren a su aparición.
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