La cirrosis hepática tiene una caracterización histopatológica precisa aunque su etiopatogenia sea diversa y, en ocasiones, difícil de definir. La anatomía patológica de esta afección se distingue por extensas zonas de fibrosis que rodean a otras de regeneración hepatocelular. Este proceso es consecutivo a la necrosis de los hepatocitos, la dislocación del sistema vascular, el depósito de colágeno y a la anárquica regeneración mencionada. Entre sus causas sobresalen la posnecrótica por hepatitis viral (sobre todo el virus de la hepatitis B) y el alcoholismo. Otras etiologías comprenden la biliar, la cardíaca, por drogas, hereditarias, etc. Debemos separar del grupo de las cirrosis el de las fibrosis, donde no existe necrosis hepatocelular ni tampoco regeneración del hepatocito.
Los signos y síntomas de la cirrosis -cualquiera fuera su etiología- pueden pasar largo tiempo inadvertidos. Una ecografía de rutina puede dar la pista de la enfermedad o bien, con menos frecuencia porque la glándula mantiene su tamaño normal, lo pone en evidencia la palpación de un hígado duro y doloroso. Pueden observarse: astenia, anorexia, malestar general, náuseas y vómitos, ictericia, nevus arteriales “en araña”, eritema palmar, pérdida de peso (hasta la emaciación), ginecomastia, esplenomegalia, fiebre elevada, y en ciertas ocasiones, la hemorragia digestiva alta, con hematemesis, por rotura de várices esofágicas, estará dando cuenta del síndrome portal o ascítico edematoso. Justamente, será la ascitis el paso siguiente, con grandes edemas de miembros inferiores, que en los varones se extenderá al escroto. La variabilidad de la evolución será tal que algunos enfermos convivan con la enfermedad y el hallazgo más importante lo efectúe una laparotomía exploradora; en otros, el rápido curso hacia la encefalopatía y el coma dará cuenta de la gravedad. En la cirrosis posnecrótica, si la enfermedad que le da origen es motivo de seguimiento médico, la sintomatología puede ser una prolongación de la misma.
En la cirrosis biliar primaria existen modalidades importantes de destacar: habitualmente se trata de mujeres peri y posmenopáusicas (entre 40 y 60 años); desde su inicio presentan prurito generalizado o limitado a las zonas acras. En la evolución puede aparecer melanosis en las regiones de la piel expuestas a la luz (también se observa en la colangitis esclerosante primaria).
Si una evolución solapada lo permite, el paciente puede presentar atrofia testicular o virilización en la mujer, ambos por alteraciones hormonales aunque el alcohol puede actuar directamente sobre las gónadas masculinas; contractura palmar de Dupuytren; acropaquia; hipertrofia parotídea y lagrimal.
Estimaciones sobre el número de enfermos alcohólicos realizadas en nuestro país, calculan una cifra cercana al 5 % de la población, es decir 1.700.000 personas, a las que hay que agregar a los allegados que -bajo influencia de patrones de vida particulares- hacen gran consumo de bebidas. La República Argentina tiene un consumo aproximado de 80 litros de vino por habitante por año, por lo que ocupa el cuarto lugar después de Francia, Italia y España. El consumo de determinados tipos de bebidas alcohólicas varió en el último tiempo: mientras que de whisky se bebía 400 ml por habitante y por año en 1971, en 1975 subió a los 760 ml. Un 90 % más. El consumo de cerveza aumentó notablemente -en la década finisecular- entre la población más joven. El alcoholismo ocasiona daño económico a la sociedad. La mujer, probablemente por su menor cantidad de deshidrogenasa alcohólica en la mucosa gástrica que no le permite metabolizar el etanol como el hombre, es más proclive a sufrir trastornos derivados del excesivo consumo. Mientras la adicción saca a luz trastornos previos de la personalidad, puede -desde el punto de vista psiquiátrico- producir estados amnésicos lacunares, intoxicación patológica, delirium tremens, alucinosis aguda alcohólica, síndrome de Wernicke, paranoia alcohólica, síndrome de Korsakoff y delirio alcohólico crónico. Prácticamente afecta a todos los órganos del aparato digestivo y a las gónadas masculinas. Sobre el hígado actúa produciendo, en forma progresiva, hígado graso, hepatitis y cirrosis.
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