Diversas investigaciones, sobre todo el British Regional Heart Study, que se prolongó entre 1978 y 1996 y comenzó con una cohorte de 7.735 hombres, con edades que oscilaban entre 40 y 59 años, demostraron las bondades -con respecto a la sobrevida en las afecciones cardiovasculares- de la actividad física. Convenientemente agrupados y evaluados se pudo llegar a las siguientes conclusiones: entre los hombres exentos de enfermedades cardiovasculares la tasa más alta de mortalidad se hallaba entre los sedentarios, entre los que padecían de estas afecciones la mortalidad disminuía con la actividad física y, entre los mayores de 60 años, en aquellos que realizaban caminatas de más de una hora diaria o efectuaban otro tipo de actividad física, las tasas de mortalidad disminuían significativamente. Siendo el sedentarismo un índice mayor de riesgo cardiovascular, es necesario, más que rehabilitar, prevenir las enfermedades a través de un adecuado plan de actividades físicas. Cuando éstas se realizan sin control médico, en forma indiscriminada o en forma brusca y esporádica, los beneficios pueden convertirse en perjuicios para la salud.
Así como los menores de 60 años deben continuar su actividad física es preciso incitar a los mayores de esa edad para que realicen algún tipo de entrenamiento físico para combatir los riesgos del sedentarismo. Instalada la enfermedad cardiovascular es necesario conocer el estado funcional del enfermo para instrumentar el plan de rehabilitación. Para aventar los problemas de apreciación personal de los enfermos se pueden realizar distintos estudios: prueba de los 6 minutos de marcha, ergometría, medición del consumo de oxígeno, etc., destinadas a preservar el estado del paciente y evitar un evento siempre latente en la exigencia física inadecuada: la muerte súbita. Si la afección del enfermo es coronaria, deberá tener un estricto control de los factores aterogénicos (p. e., es condición indispensable el abandono del tabaquismo) y se establecerán grupos de aproximadamente diez pacientes (no deben pasar de quince) para que efectúen su actividad de acuerdo con la capacidad física. En los enfermos coronarios hospitalizados, la rehabilitación cardíaca comenzará en ese mismo momento (fase hospitalaria) con la movilización cuidadosa de los miembros inferiores para evitar el tromboembolismo pulmonar y -progresivamente- seguirá con el abandono del lecho y el corto paseo por la habitación. Después del alta hospitalaria y durante dos o tres meses, realizará caminatas que aumentarán gradualmente hasta lograr que oscilen entre los 30 y 45 minutos de duración. Después de ese lapso, nuevamente evaluados los pacientes, se iniciará el entrenamiento en centros especializados con ejercicios que se continuarán en el domicilio del enfermo y se mantendrán en forma persistente. El médico tratará de persuadir siempre al paciente coronario -en condiciones de efectuar actividades físicas- para que no recaiga en el sedentarismo. Es probable que el retorno al trabajo genere resistencia -por parte del convaleciente- a continuar con su entrenamiento. Aducirá cuestiones de tiempo. Se los debe persuadir de su necesidad y, además, se debe crear el hábito del deporte (recreativo o competitivo) en las jóvenes generaciones, tendiente a evitar este factor de riesgo de enfermedad cardiovascular.
La New York Heart Association ha esbozado una clasificación del estado del paciente basada fundamentalmente en su estado subjetivo. Formula cuatro clases funcionales:
Clase I: pacientes con enfermedad cardíaca, sin limitación en la actividad física; la actividad habitual no provoca síntomas, como fatiga, palpitaciones, disnea o angina de pecho.
Clase II: pacientes con enfermedad cardíaca que presentan escasa limitación en la actividad física; no existe malestar en reposo pero la actividad habitual produce disnea, fatiga, palpitaciones o angina de pecho.
Clase III: pacientes con enfermedad cardíaca con marcada limitación en la actividad física; no hay molestias en reposo pero una actividad física menor que la habitual causa fatiga, palpitaciones, disnea o angina de pecho.
Clase IV: pacientes con enfermedad cardíaca que pueden presentar síntomas de insuficiencia cardíaca o angina de pecho en reposo que empeoran con cualquier esfuerzo físico.
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