En virtud de la puerta de entrada venosa, la mayor parte de las vegetaciones valvulares tienen lugar en el corazón derecho: la tricúspide, es la atacada. Las manifestaciones respiratorias son floridas: tos, hemoptisis, disnea, dolor pleural, además de las características generales de la enfermedad que se podrán ver en el cuadro clínico.
Inciden, en la aparición de esta patología, las condiciones de la piel de los adictos y los solventes sépticos que emplean en su práctica, a menudo con aditivos (talco, por ejemplo) capaz de irritar el endotelio causando flebitis sépticas y la posterior colonización de esos gérmenes en las válvulas. De tal forma que son frecuentes las vegetaciones colonizadas por estafilococos, aunque también pueden producirlas la Candida albicans y otros agentes infecciosos.
En su comienzo, siempre los síntomas de esta afección son inespecíficos: fiebre, decaimiento, astenia, anorexia. Luego irán apareciendo la palidez de mucosas, la disnea, los dolores articulares y, eventualmente, manifestaciones petequiales en la piel. En los ancianos es frecuente que la curva térmica no ascienda en forma importante. Estas características ocasionan que el diagnóstico a menudo se demore por lapsos prolongados (un mes o más) y que sea, la endocarditis infecciosa, causa de síndrome febril prolongado. La esplenomegalia está presente en los casos de lenta evolución.
En el examen clínico, el médico podrá apreciar la presencia de soplos distintos a los que -eventualmente- presentaba el paciente. Los soplos no han “cambiado” en sus características aunque pueden hacerlo en el curso de la evolución por destrucción valvular (perforación de una valva o rotura de una cuerda tendinosa). Son importantes las manifestaciones de las embolias sépticas: 1) petequias (pueden producirse también por debilidad y dilatación aneurismática de los capilares); 2) nódulos de Osler, frecuentes en los pulpejos de los dedos, dolorosos, papuloeritematosos de 0,5 a 1,5 cm de diámetro; 3) lesiones de Janeway, papuloeritematosas, hemorrágicas, de 1 a 4 mm de diámetro, indoloras, en palmas, plantas o pulpejos de los dedos; 4) infartos de órganos (bazo, riñón, cerebro).
El diagnóstico, además de los abundantes elementos clínicos que ofrece la endocarditis infecciosa, se efectúa con el laboratorio y con las imágenes. El hemocultivo, sobre todo si es seriado (cada tres o cuatro horas), tiene la virtud de ofrecernos al agente etiológico y su sensibilidad a los antibióticos. Es positivo casi en el 90 % de los enfermos. La velocidad de sedimentación globular es otro dato constante y a menudo alcanza, en la primera hora, cifras cercanas a los 100 mm. La anemia acompañada de moderada leucocitosis con monocitosis es también común.
El ecocardiograma bidimensional es el método complementario por imágenes más importante para el diagnóstico, aunque su sensibilidad -en estos casos- no superaría al 70 %, pero puede ser mejorada con el eco transesofágico. Es indudable que su eficacia se incrementa cuando el diagnóstico tardío permite el crecimiento de las vegetaciones.
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