Proceso infeccioso, habitualmente bacteriano, que afecta las válvulas cardíacas produciendo las clásicas vegetaciones que pueden extenderse también por las cuerdas tendinosas, los músculos papilares e incluso por el endocardio mural. Aunque la afección sigue manteniendo la gravedad que tenía en la época preantibiótica, entre esa terapéutica y el reemplazo valvular quirúrgico, ha mejorado su pronóstico. No obstante, a la clásica endocarditis infecciosa de antaño se le han agregado la forma que afecta a las prótesis valvulares y la que padecen los adictos a las drogas por vía parenteral.
La infección valvular es algo más frecuente en los hombres que en las mujeres (estadísticas argentinas dan un 65,9 % para los primeros). Las vegetaciones tienen características muy particulares: asienta sobre un trombo fibrionoplaquetario que rápidamente es colonizado por gérmenes que se multiplican en su interior, crece pero no se vasculariza. La gran concentración de microorganismos les permite invadir las regiones vecinas, procediendo a su destrucción. También pueden ocasionar embolias sépticas que -dependiendo de la virulencia bacteriana- pueden colonizar en diversos órganos, dar manifestaciones en piel y mucosas, originar la clásica esplenomegalia con hepatomegalia y los temibles aneurismas micóticos cuyo lugar de preferencia -a pesar de que lo hacen en cualquiera de ellas- son las ramificaciones periféricas de la arteria cerebral media.
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